El martes en una noche de trasnoche, logré terminar mi segundo libro del 2017 (el primero, un ebook, no pude hacerlo aún por la avería de mi tablet) y por ende, corresponde hacer la primer reseña para este blog.
“Intuyó que la tragedia pertenecía al pasado, a una época en
la que aún había intimidad, amor y amistad, y en la que los miembro de una
familia se apoyaban unos a otros sin necesidad de tener un motivo”.
Lo primero que he de decir es que es un libro de fácil lectura,
llamativamente ameno para tratarse de un clásico de este tipo: escrito hace muchos
años y que transmite un profundo mensaje político y social.
“Por otro lado, ser viejo tiene sus ventajas. No tienes las
mismas preocupaciones. No hay por qué ir detrás de las mujeres y eso es una
gran cosa”.
El libro, publicado en 1949 y cuya temática casi todos conocerán
aunque no lo hayan leído, narra las alternativas de un hombre razonable y pensante
(para nuestros cánones) que vive en un hipotético año 1984 y en un país -y tal
vez en un mundo- gobernado por un totalitarismo brutal e inexpugnable que ha
sometido totalmente a la individualidad y a la voluntad humana. Éste contexto, convierte
a Winston (el personaje principal) en alguien que desencaja con el sistema y que
debe luchar interna y permanentemente no solo para no ser detectado como un ‘rebelde’,
sino también para no ser cambiado por el régimen, como parece haber pasado con
toda la población educada.
“Pensó con una especie de perplejidad en la inutilidad biológica
del miedo y el dolor, la traición del cuerpo humano que siempre se queda
paralizado en el preciso instante en que es necesario hacer un esfuerzo
especial. (…) en los momentos de crisis uno nunca lucha contra un enemigo
externo, sino contra su propio cuerpo.”
Con éste trasfondo, Orwell, por un lado, denuncia los peligros
del totalitarismo que flagelaban el mundo en el que vivIó. Hace hincapié no sólo
en la ausencia de la libertad, sino también en la alteración de la realidad a
través del control absoluto de la educación y de los medios de comunicación. Intenta
penetrar en las razones por las cuales la mente humana y la percepción de la realidad
que ésta proyecta se convierte en algo tan maleable, pero a decir verdad, creo
que en éstos aspectos internos, casi psicológicos, se queda algo corto en relación
al desarrollo de la sociedad. También parece cuestionar permanentemente los liderazgos
mesiánicos, encarnados en el Hermano Mayor, la particular cara visible del
Partido y del gobierno.
“-No me interesa la próxima generación, cariño. Lo único que me interesa somos nosotros.-Eres una rebelde solo de cintura para abajo”.
Por otro lado, introduce emociones y sentimientos ‘más’
humanos que terminan de completar la obra. Con la aparición de personajes ambiguos
e insondables como Julia, O'Brien y los compañeros de trabajo de Winston, surgen
éstos valores y de formas impredecibles se van alternando la rebeldía y el miedo,
la camaradería y la traición, la lealtad y la curiosidad, el amor –como no
podía ser de otra manera- y hasta un caso de síndrome de Estocolmo.
"La guerra es un modo de hacer pedazos, lanzar a la
estratosfera o hundir en las profundidades del mar materiales que podrían
utilizarse para mejorar la vida de las masas y por tanto, a largo plazo,
volverlas más inteligentes".
La estructura del libro es sumamente cómoda y congenia muy bien con un ritmo narrativo constante y tenso, así como con las vívidas escenas descritas en cada capítulo. El final, sin sobresaltar ni ser pomposo, es de cierta forma
violento y traumático, redondeando la historia y dándole un cierre definitivo a
la misma.
“comprendió que si uno quiere guardar un secreto debe ocultárselo
también a sí mismo”.
En definitiva, es un texto sumamente recomendable, ameno y
profundo, de esos que no querés terminar y de los que te contentan haberlos leído.
Del uno al siete, le pondría un siete.
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